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Un sueño que comenzó en una escuela de cocina

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Un sueño que comenzó en una escuela de cocina

Marta y Andreu se conocieron estudiando cocina en la Escuela de Hostelería de Castellón. Allí, además de aprender a cocinar, también les formaron en servicio y gestión de restaurantes. Cuatro años de formación donde descubrieron que trabajar entre fogones era algo que les apasionaba, tanto o más que disfrutar de la comida de otros cocineros.

De ese inicio, donde hicieron muy buenos amigos con los que aún hoy guardan relación, viajaron juntos a San Sebastián, donde estuvieron un año formándose en la cocina de Pedro Subijana, en su reputado restaurante de tres estrellas Michelín, Akelarre. Allí pasaron de manera rotativa por todas las partidas de la cocina, desde platos fríos, entrantes, carnes, pescados o postres. Un año entero trabajando junto a uno de los mejores chefs donde pudieron aprender desde las técnicas más novedosas a otras más manuales. Y, además, vivir durante un año en la cuna de la gastronomía española, aprovechando para descubrir no sólo los pinchos vascos, también la alta cocina de otros chefs como Berasategui o Arzak.

Al volver, sabían que algún día abrirían su propio restaurante. Un lugar honesto, sin grandes promesas, pero donde poder dedicar todo su cariño y profesionalidad en platos bien trabajados, deliciosos, novedosos y diferentes. Sin embargo, era demasiado pronto. Y cada uno buscó su camino en distintos lugares. Les quedaba mucho por aprender.

Andreu trabajó durante tres años en Apicius, un restaurante de cocina mediterránea con producto de temporada donde fue el segundo de cocina. Cocina de temporada, materia prima de calidad y una restauración muy cuidada donde aprendió muchísimo de Enrique Medina, el chef, como nuevas técnicas y a respetar el producto.

Marta, por su parte, trabajó junto a otro de los chefs más reconocidos en los últimos años: Luis Valls, jefe de cocina de El Poblet y Vuelve Carolina, restaurantes de Quique Dacosta. Antes, pasó por otros locales como Coloniales Huertas.

Finalmente, y cuando ambos consideraron que era un buen momento para iniciar juntos un camino propio, comenzaron a pensar en Memòria. En sus platos, en sus menús, en la forma de organizar una cocina y una sala pensando en que el cliente siempre se sintiera bien. Sin grandes aspavientos, sin grandes discursos ni promesas. Haciendo lo que saben hacer de la mejor manera posible. Acordándose de cada una de las personas que entran en su local y guardando en su memoria sus platos favoritos, sus alergias o necesidades.

Ahora cumplen un año del inicio de su aventura. Y parece que todo fluye, que cuentan con el respaldo de un barrio, Benimaclet, que ya los considera imprescindibles y donde cada semana, nuevos comensales muestran en las redes sociales, google y otras plataformas el gran descubrimiento que ha supuesto para ellos este pequeño restaurante.

Les queda mucho por decir y os contaremos desde aquí.

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